No es posible saber si la luz tiene nombre
si el sonido del sueño
se rige por la Luna
si podremos nombrar
el lugar que nos habla
o tal vez nos escucha
en todo caso está sin más
y es un olor que describe
el aroma de esta Tierra que amamos.
No podemos saber casi nada.
Tal vez sólo afirmar
que hoy es verano
arroparnos con tejido ligero
y dejarle un lugar a lo incierto.
Poco sabe el granado si es miércoles o jueves
pero su flor persigue vertical
los aromas del sol que lo alimenta
y su fruto contiene
resumida
toda la geometría de la historia.
Estar vivo es sencillo
es dejarse vivir
sin pretender
que huela a primavera en el otoño.
Reconocer, tal vez,
el pulso de los días y las noches
y dejar que nos digan
qué pasa por aquí,
por nuestro cuerpo.
Tenemos la mirada tan atenta al saber
que el azar nos atrapa y anega nuestro sueño
allí donde buscamos el nombre de las cosas
la tarea imposible de poseer respuestas.
En ese macrocosmos donde nada es sagrado
habita sin embargo toda el alma del mundo
parte de ella nosotros
imágenes de un cortísimo minuto
paseantes de la vida
que quisimos entenderla
y al fin nos conformamos con amarla.
Perseguir la certeza no vale en este juego.
Imposible nombrar lo que está en el principio.
Mejor entonces sonreír desde este no saber.
Basta que huela a día simplemente.
Razón de más para sentir que somos.